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CULTURA
Lunes, 11 de diciembre de 2000



[Rock] AC/DC
Punk guitarrero y circo para el pueblo


MAURILIO DE MIGUEL

Intérpretes: Brian Johnson (voz), Angus Young (guitarra solista), Malcolm Young (guitarra rítmica), Cliff Williams (bajo), Phil Rudd (batería)./ Escenario: Palacio de los Deportes./ Fecha: 10 de diciembre.

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MADRID.- AC/DC hizo verdad ese viejo eslogan que aún reza: «Los viejos roqueros nunca mueren». Porque su repertorio rebosó oficio y su sonido, nada lucido al principio, se enmarcó dentro del clasicismo más hard. Muchos watios derrochados a manos llenas. Mucho montaje escenográfico, para empezar con escaleras de incendios, skyline, iluminado de fondo y el icono que preside la carátula de su último compacto, en plan mascota gigante. Mucha pantalla de vídeo. Mucha correría escénica... Ahora bien, al final, lo que mandó en su concierto fueron las descargas de armas tomar, las secuencias guitarreras y desde luego, dentro de ellas, los solos de Angus, a modo de pasajes vitriólicos y grandilocuentes.

La pantalla central del escenario simuló que el bueno de Angus, con su eterna indumentaria de colegial años 50, enfant terrible él, tocaba sobre una plataforma estelar. En otras ocasiones, el guitarrista de los pantalones cortos, pareció confraternizar, desde allí con su mascota, diseñada a imagen y semejanza suya. Y, en ésas, incluso se marcó un striptease, mostrándonos sus calzoncillos con la bandera española, para que el circo no decayera.

Una campana gigante apareció, entonces, bajo los focos y se le pusieron cuernos de diablo a la mascota, mientras echaba humo. A partir de ese momento, tras temas como Noise pollution, Safe in New York City y el clásico Bad boy boogie AC/DC tiró de blues, marcó los acordes urgentes de Back in black e incendió su «autopista al infierno» con coreografía de llamaradas. Ahí se metió definitivamente en el bolsillo al personal.

Toda una batería de cañonazos y una muñeca hinchable, contribuyeron, después al espectáculo. Y, cómo no, hubo más punteos de Angus, en diálogo emocional con su público, a modo de ataques epilépticos y metido en un ascensor. A la postre, el concierto acabó a mayor gloria del incendiario guitarrista australiano. Y en él no faltaron otras piezas señeras de su grupo, como Whole lotta Rosie y Let there be rock.


http://www.el-mundo.es/diario/2000/12/11/cultura/11N0136.html